Biografía de José Eustasio Rivera

José Eustasio Rivera nació en el pequeño pueblo de San Mateo, hoy Rivera (Huila), el 19 de febrero de 1888, en el seno de una familia dedicada a las labores del campo y con aguerridos antepasados huilenses; su padre, don Eustasio Rivera, era hermano de los generales conservadores Pedro, Napoleón y Toribio Rivera, quienes desempeñaron importantes cargos en la administración, el Congreso y el campo educativo. Casado con Catalina Salas, el matrimonio tuvo once hijos.
Rivera hizo sus primeros estudios en Neiva, primero en el colegio de Santa Librada y posteriormente en el de San Luis Gonzaga, mostrando tempranamente su inclinación por las letras. Influido por las corrientes románticas y modernistas, ya desde sus primeros poemas reveló su inquietud por la naturaleza. Dice en "Gloria", por ejemplo: "yo llevo el cielo en mí..." o "yo llevo la cascada que en oscura selva se rompe; y he amoldado a mi cráneo la llanura y se ha encerrado en él la cordillera".
A través de su identificación con la geografía nacional, José Eustasio Rivera logró una poesía llena de emoción, sin pertenecer a los movimientos de su época como los Nuevos, ni a la acartonada generación centenarista. Otros de estos poemas escritos entre 1906 y 1909 son "Tocando diana", "En el ara", "Dúo de flautas", "Triste", "Aurora boreal" y "Diva, la virgen muerta". La visión de la naturaleza le sirvió para interpretar y fortalecer su propia personalidad. Pero no se quedaría en la mera descripción del entorno, sino que, tanto en esta primera obra como en poesías posteriores y en su prosa, expresó su sentido trágico de la existencia humana, de lo fugaz y limitado de la vida.
En 1906 viajó a Bogotá para ingresar, becado, en la Escuela Normal. Tres años más tarde se desempeñó como inspector escolar. En los Juegos Florales de Tunja, en los que se conmemoraba el centenario del grito de Independencia, Rivera obtuvo el segundo lugar con poemas de corte épico, muy influidos por la poética de Miguel Antonio Caro: la "Oda a España" fue publicada en septiembre de 1910 por El Tropical de Ibagué. Regresó a Bogotá donde, para mantenerse, trabajó en el Ministerio de Gobierno, mientras estudiaba en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, graduándose en 1917 con la tesis Liquidación de las herencias. De ese entonces data su drama teatral Juan Gil. Pocos meses después de egresado, le fue ofrecida desde Neiva una curul en la Cámara de Representantes, que Rivera aceptó. Pronto un telegrama del obispo de Garzón, Esteban Rojas, pidiéndole la renuncia "por el bien de la unidad católica", hizo que el escritor exclamara: "Me barrieron de un sotanazo".
El primer contacto de José Eustasio Rivera con los Llanos Orientales tuvo lugar en enero de 1916. El segundo fue en abril de 1918, cuando, en función de su profesión de abogado, viajó en bongó por el río Meta hasta la hacienda Mata de Palma, estadía que duró hasta el mes de febrero de 1920 y durante la que hizo amistad con Luis Franco Zapata, figura clave en la génesis de La vorágine. En 1912 Luis Franco Zapata se había escapado con Alicia Hernández Carranza desde Bogotá, donde ella trabajaba como empleada de una tienda. Juntos llegaron al fondo de la Amazonia, entre Colombia y Venezuela, y se instalaron en las caucherías del Brazo Casiquiare, cerca de Brasil.
En 1918, en Orocué, Luis Franco Zapata le contó todas sus historias a Rivera, desde las más íntimas hasta las de índole social, sin excluir las mitológicas, las de aventuras y las de sangre. "La mayor parte de los personajes de La vorágine(afirma Isaías Peña Gutiérrez) surgieron de los relatos de Luis Franco Zapata, incluidos los nombres, que poco variaron." Cerca de Orocué, Rivera tuvo un segundo ataque de cefalea que se repitió en Sogamoso en 1919 y, de regreso a Orocué, sufrió las fiebres del paludismo, que le curaron Luis Franco y Alicia.

Resumen de la novela La Vorágine

Arturo Cova, poeta y aventurero, cuenta las múltiples vicisitudes que le acontecen en los llanos del Orinoco y en la selva amazónica. La acción es rápida, continua, y transcurre en poco más de siete meses.
Al inicio de la novela, para deshacerse de sus obligaciones sociales, Arturo abandona la ciudad de Bogotá junto con Alicia, su amante, a quien ha seducido y embarazado sin amarla. Ahora huyen de los padres de la muchacha, del juez y el cura que intentan casarlos. Ambos escapan rumbo a la llanura de Casanare. Varios días después llegan a un pequeño poblado, la fundación de La Maporita, donde conviven con Franco y su mujer, la Niña Griselda. En este lugar, Arturo, que ha comenzado a interesarse por Alicia, se disgusta con ella por celos infundados a causa de Barrera, un nuevo personaje, ladrón, asesino y donjuán, que quiere seducir a la esposa de Franco y a Alicia. Cova, furioso, lo busca para pedirle cuentas, pero es herido por el criminal, quien ya había urdido planes para asesinarlo durante una reyerta ocasionada por el juego. Clarita, una prostituta, cuida a Arturo mientras sus herirlas sanan. Un día, luego de haberse restablecido, Cova toma parte en una "recogida de ganado" en la que es testigo de la muerte de un famoso jinete *Cuando regresa con Franco a La Maporita, no encuentran a nadie. Acosadas por el homicida, Griselda y Alicia han huido. Franco, indignado, "le prende fuego a su propia casa".
Arturo, Franco y otros hombres se internan en la selva para rastrear al criminal y a las dos mujeres, alcanzarlos y cobrar venganza. Llegan a unos montes, en cuyos platanares silvestres habita una tribu semi-nómada de indios guahíbos, y viven con ellos cierto tiempo. Cuando se les agota el dinero, se dedican a la cacería de garzas; así, con la venta de las valiosas plumas, podrán comprar lo necesario para proseguir el viaje y encontrar a sus mujeres,
Durante el trayecto por el río Meta, unos fugitivos les informan que Barrera lleva a Alicia y Griselda como sirvientas y queridas. Siguen su expedición y poco después, cerca de una playa, se encuentran a Clemente Silva, viejo y enfermo, que acepta servirles de guía durante el resto del camino. El viejo Clemente les describe la vida miserable de los indios caucheros en la selva amazónica y la explotación de que son víctimas por parte de las empresas extranjeras; también les relata la tragedia que lo hizo internarse en la selva: la huida de su hija, por haber sido seducida, y la muerte de su esposa a causa de la ausencia de su hijo Luciano, quien se fugó de la casa por vergüenza de la deshonra de su desdichada hermana.
Ahora Clemente Silva anda en busca de su hijo. Más adelante se entera de cómo un árbol lo mató. Eso creen todos, pero la cruel y única verdad es que Luciano se suicidó por una mujer.
Poco a poco, Arturo se va dando cuenta de la vehemente atracción y de la terrible ley que rige en la naturaleza a su alrededor, a la que deberá someterse si quiere sobrevivir.
Obsesionados por la venganza, Franco y Arturo, siguiendo al viejo Clemente Silva, continúan internándose en la selva. Pero Arturo Cova no sólo sigue adelante llevado por su afán de venganza, ahora lo anima también un ferviente deseo de luchar contra las injusticias de los ricos explotadores y redimir a los caucheros: "el ansia de contender con esta fauna de hombres de presa, a quienes venceré con armas iguales, aniquilando el mal con el mal".
Mientras, la enfermedad y el cansancio van menguando sus fuerzas. "Principié a notar que mis pantorrillas se hundían en las hojarascas y que los árboles iban creciendo a cada segundo [ ... ] En varios instantes creí advertir que el cráneo me pesaba como una torre y que mis pasos iban de lado [ ... ] Nadie ha sabido cuál es la causa del misterio que nos trastorna cuando vagamos en la selva [ ... ] Por primera vez, en todo su horror, se ensanchó ante mí la selva inhumana, esta selva sádica y virgen [ ... ] Esta situación de inferioridad me tornó desconfiado, irritable, díscolo [ .. ] El desierto me poseía [ ... ] Y por este proceso —¡oh., selva!— hemos pasado todos los que caemos en tu vorágine."
En tanto, el viejo Clemente sigue refiriéndoles diversas historias de las que ha sido testigo; la invasión de las temibles hormigas tambochas, y la desaparición de siete amigos suyos en el "infierno verde", como él llama a la selva.
Una mañana, Arturo Cova y Franco se acercan a la barraca de una compañía cauchera. Allí pasan algún tiempo, durante el cual se dan cuenta de la esclavitud a que están sometidos los caucheros. Ahí se topan con el Váquiro, siniestro personaje que trafica con niñas de ocho a diez años para iniciarlas en la prostitución; también conocen a Funes, hombre sediento de sangre, quien en una noche, tendiéndoles una emboscada, ha asesinado a sesenta caucheros por reclamar sus derechos. En esta barraca, Arturo tiene amoríos con la Turca Zoraida Ayram, la Madona, magistralmente descrita como sensual, lasciva prostituta regordeta, calculadora, usurera y cínica, por quien el hijo de Clemente Silva se había suicidado.
Otros personajes característicos aparecen en este ambiente miserable y corrupto: el Petardo Lesmes, Ramiro Estévanez, el Catire, el Pipa, y el famoso y temible Cayeno, "el extranjero, el invasor, que en los lindes patrios taló las selvas, mató a los indios, esclavizó a mis compatriotas” quien muere destripado a manos de Arturo Cova, uno de cuyos perros arrastra el cadáver por el remanso, cogiéndolo por el extremo del intestino "que se desenrollaba como una cinta larga y siniestra".
Arturo envía hasta Río Negro a don Clemente Silva para que entregue una carta al cónsul de Colombia, misiva donde informa acerca de la explotación en que viven los caucheros.
La expedición, ahora más exigua, prosigue su marcha.
Disimulando ante Zoraida, Arturo Cova consigue averiguar el paradero del delincuente y encontrar a Griselda, ésta le cuenta sus desdichas y las de Alicia, acosadas por el raptor. Griselda fue vendida a la Madona Zoraida. Alicia se libró de ello porque estaba embarazada, y cierto día en que Barrera quiso violarla, Alicia, con una botella desfondada, "le hizo al bellaco, de un golpe, ocho sajaduras en plena cara".
Griselda, Cova y sus compañeros se marchan del lugar y, finalmente, encuentran al secuestrador y a Alicia. Arturo se traba en lucha con Barrera y lo mata. El cadáver es devorado por miles de caribes que en un segundo lo descarnan y dejan el esqueleto "mondo, blancuzco, que temblaba contra los juncos de la ribera como en un último estertor". A causa del cúmulo de impresiones, Alicia da a luz antes de tiempo. El sietemesino, milagrosamente, vive.
Arturo Cova se hace ilusiones acerca de su futuro junto a Alicia y a su hijo. Como no encuentran a Clemente Silva en el lugar convenido, continúan su camino, pero antes le dejan un mensaje: "Viejo Silva: sentimos no esperarlo [...] Le dejaremos en nuestro rumbo grandes fogones. ¡No se tarde! ¡Sólo tenemos víveres para seis días! ¡Nos vamos, pues! ¡En nombre de Dios!"
Pasado un tiempo, un último cable del cónsul de Colombia dirigido al ministro decía textualmente, en relación con la suerte de Arturo Cova y sus compañeros: "Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastros de ellos. ¡Los devoró la selva!"
La vorágine es la novela de la selva amazónica, de la selva del caucho, región donde toda moral se desvanece ante la lucha sostenida por el hombre contra sus semejantes y contra la naturaleza "inhumana y sádica” batalla en la cual vence y sobrevive el más fuerte, el más hábil o el más sagaz.
Elaborada con abundantes elementos de carácter documental y con un estilo en el que el matiz hiperbólico de ciertos pasajes hace notar resabios románticos, el más alto valor literario de la obra reside en su estructura, en la unidad de la trama y en la recreación de la realidad de ese mundo lujurioso y avasallador de la selva americana, en medio de la cual viven y sucumben seres movidos por pasiones elementales, amor, odio, celos, lascivia, venganza, crueldad, violencia, infamia...
Al mismo tiempo, por su trasfondo de denuncia social, La vorágine implica una reflexión sobre la sociedad y la realidad latinoamericanas de principios de siglo.
Desde su publicación en 1924, ha sido llamada por muchos “la novela de la selva americana".



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